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martes, 13 de septiembre de 2011

Ocho Pasos hacia la Felicidad

Preciosa introducción del libro de Gueshe Kelsang Gyatso basado en un texto de Gueshe Langri Tangpa:

Este libro está basado en el famoso texto Adiestramiento de la mente en ocho estrofas, Loyong tsig gyema en tibetano, compuesto por el Bodhisatva Langri Tangpa, ilustre maestro budista del siglo XI. Aunque solo consta de ocho estrofas de cuatro versos cada una, esta extraordinaria obra revela el camino budista mahayana hacia la iluminación y nos enseña a transformar nuestro estado actual de confusión y egoísmo en la compasión y sabiduría perfectos de un Buda.

Todos los seres sintientes poseen el potencial de alcanzar el estado de Buda, el ser que ha superado sus limitaciones y desarrollado por completo sus cualidades. Podemos comparar nuestra mente con el cielo nublado, puesto que en esencia es pureza y claridad, pero está temporalmente cubierta por las nubes de las perturbaciones mentales o engaños. Al igual que hasta las nubes más oscuras terminan por desaparecer, las perturbaciones mentales también pueden eliminarse. Los engaños, como el odio, la codicia y la ignorancia, no forman parte intrínseca de nuestra mente. Podemos eliminarlos por completo aplicando los métodos apropiados y alcanzar la felicidad suprema de la iluminación total.

Todos los seres buscan la felicidad y desean evitar el sufrimiento, pero muy pocos saben identificar las verdaderas causas de estos estados mentales. Esperamos encontrar la felicidad en los objetos externos y pensamos que si tuviésemos la casa y el coche apropiados, un trabajo bien remunerado y buenos amigos, seríamos felices. Dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a cambiar el mundo externo para satisfacer nuestros deseos. Aunque intentamos rodearnos de amigos y posesiones que nos animen y nos hagan sentirnos cómodos y seguros, seguimos sin disfrutar de felicidad duradera. Incluso cuando logramos nuestros objetivos, deseamos algo más. Aunque hayamos encontrado una casa perfecta, al cabo de unos meses la cocina nos parece pequeña, necesitamos otro dormitorio o un jardín más grande y empezamos a pensar de nuevo en mudarnos. Es posible que nos enamoremos de una persona y queramos compartir nuestra vida con ella. Al principio nos parecerá maravillosa, pero pronto empezaremos a advertir sus defectos, nuestro amor disminuirá y buscaremos otro compañero que llene nuestro vacío.

A lo largo de la historia, los seres humanos nos hemos esforzado por mejorar nuestras condiciones externas, pero aun así no somos más felices que nuestros antepasados. Es cierto que se ha producido un gran progreso material en numerosos países, que la tecnología es cada vez más sofisticada y que el conocimiento del mundo físico ha aumentado considerablemente. Hemos descubierto multitud de fenómenos y podemos realizar actividades que antes eran inimaginables. Parece que el mundo está mejorando, pero si lo analizamos con detenimiento, nos daremos cuenta de que ahora tenemos más problemas que nunca. Hemos inventado armas de destrucción masiva y contaminado el medio ambiente, y nuevas enfermedades aparecen sin cesar. Incluso los placeres más básicos, como comer o tomar el sol, se están convirtiendo en un peligro.

Como resultado de buscar la felicidad fuera de nosotros, destruimos el planeta, nuestra vida se vuelve cada vez más complicada y estamos siempre insatisfechos. Por lo tanto, ha llegado el momento de buscar la felicidad en otro lugar. Debido a que la felicidad es un estado mental, debemos buscarla en nuestra mente, no en los objetos externos. Si mantenemos una mente pacífica y tranquila, seremos felices en todo momento. De lo contrario, con una mente insatisfecha, por mucho que alteremos las circunstancias externas, cambiando de casa o de compañero, jamás encontraremos la verdadera felicidad.


Para caminar por un terreno pedregoso sin lastimarnos, podemos cubrir el suelo con una manta de cuero, pero sería más fácil cubrir de cuero la planta de nuestros pies. Del mismo modo, si queremos protegernos del sufrimiento, podemos cambiar nuestro entorno o transformar nuestra mente. Hasta ahora, hemos intentado lo primero, pero no hemos logrado satisfacer nuestros deseos. Por lo tanto, debemos esforzarnos por transformar nuestra mente.

El primer paso para transformar la mente es reconocer los estados mentales que producen felicidad y los que causan sufrimiento. En budismo, los estados mentales que producen felicidad y tranquilidad se llaman mentes virtuosas, y los que perturban nuestra paz y causan sufrimiento, perturbaciones mentales o engaños. Existen numerosos engaños, como el apego, el odio, los celos, el orgullo, la avaricia y la ignorancia. Se dice que son enemigos internos porque nos roban la felicidad y su función es perjudicarnos.

Las perturbaciones mentales son percepciones distorsionadas de nosotros mismos, de los demás y del mundo que nos rodea, y el modo en que perciben los fenómenos no se corresponde con la realidad. La perturbación mental del odio, por ejemplo, considera que su enemigo es intrínsecamente desagradable, pero, en realidad, no hay ninguna persona que sea así. Por el contrario, el apego considera que el objeto que desea es intrínsecamente atractivo y una fuente verdadera de felicidad. Si tenemos un fuerte apego por el chocolate, este objeto nos parecerá deseable por sí mismo; pero si comemos una o dos tabletas, empezaremos a sentirnos mal y es posible que lo consideremos incluso repugnante. Esto demuestra que el chocolate no es ni deseable ni repugnante en sí mismo, sino que la mente de apego atribuye buenas cualidades a este objeto y nos induce a relacionarnos con él como si las poseyera.

Todos los engaños actúan del mismo modo, proyectando una versión distorsionada de la realidad y haciéndonos reaccionar como si esta proyección fuera cierta. Cuando nuestra mente está bajo su influencia, no percibimos la realidad y podría decirse que sufrimos alucinaciones. Puesto que nuestra mente está bajo la influencia de perturbaciones mentales sutiles en todo momento, no es de extrañar que nos sintamos frustrados tan a menudo. Es como si persiguiéramos un espejismo que nos decepciona constantemente al no proporcionarnos la satisfacción que esperamos.

El origen de todas las perturbaciones mentales es una percepción distorsionada, llamada ignorancia del aferramiento propio, que se aferra a los fenómenos como si tuvieran existencia inherente o independiente. En realidad, todos los fenómenos son surgimientos dependientes, es decir, su existencia depende de otros fenómenos, como sus causas, sus partes y las mentes que los aprehenden. Los objetos no existen por su propio lado, sino que dependen del modo en que los percibimos, y no comprender esto es la causa de todos nuestros problemas.


El tipo de aferramiento propio que más nos perjudica es el que se aferra a nuestro yo o entidad propia de la persona como si existiera de manera inherente o independiente. Sentimos de forma instintiva que poseemos un yo real y objetivo que existe independiente de los demás fenómenos, incluso de nuestro cuerpo y mente. Una de las consecuencias de aferrarnos a nuestro yo como si fuera una entidad independiente separada de las demás personas y del resto del mundo es que generamos la mente de estimación propia, que considera que somos de suprema importancia. Debido a que nos estimamos a nosotros mismos con tanta intensidad, nos sentimos atraídos hacia los objetos y personas que nos parecen atractivos, deseamos separarnos de los que nos desagradan y sentimos indiferencia hacia los que no nos parecen ni lo uno ni lo otro. De este modo, surgen el apego, el odio y la indiferencia. Al exagerar nuestra propia importancia, pensamos que los intereses de los demás están en contradicción con los nuestros, lo que nos hace tener celos y ser arrogantes y desconsiderados con los demás. Cuando estamos bajo la influencia de las perturbaciones mentales, cometemos acciones perjudiciales, como matar, robar, mentir, mantener relaciones sexuales incorrectas, pronunciar palabras ofensivas, etcétera, que nos causan sufrimiento tanto a nosotros mismos como a los demás.

Aunque las perturbaciones mentales están profundamente arraigadas en nuestra mente, no forman parte intrínseca de ella, por lo que es posible eliminarlas. Las perturbaciones mentales no son más que malos hábitos y, como tales, pueden reducirse. Si nos familiarizamos con sinceridad y de manera constante con estados mentales constructivos, podemos eliminar hasta los engaños más arraigados y reemplazarlos por las virtudes opuestas. Por ejemplo, podemos debilitar nuestro apego familiarizando nuestra mente con el antiapego, y nuestros celos, alegrándonos de la buena fortuna de los demás.

Sin embargo, para eliminar las perturbaciones mentales por completo, debemos extirpar su raíz, la mente de aferramiento propio. Para ello, hemos de familiarizar nuestra mente con la verdadera naturaleza de la realidad, la verdad última. Si eliminamos el aferramiento propio, las demás perturbaciones mentales cesarán de manera natural, al igual que las hojas de un árbol se secan si lo cortamos de raíz. Cuando hayamos eliminado nuestros engaños, será imposible sufrir estados mentales perturbados. Puesto que no habrá causas internas de sufrimiento, las externas, como las enfermedades o la muerte, no podrán alterar nuestra mente. Esta cesación permanente de las perturbaciones mentales y del sufrimiento es lo que se conoce como liberación o nirvana en sánscrito.

Aunque alcanzar la liberación del sufrimiento es un gran logro, debemos aspirar a metas más elevadas. Puesto que no somos individuos aislados, sino que formamos parte de la gran familia de los seres sintientes, todo lo que poseemos, los placeres de que disfrutamos, nuestras oportunidades para el desarrollo espiritual e incluso nuestro propio cuerpo, lo debemos a la bondad de los demás. Por lo tanto, ¿cómo vamos a escaparnos solos del sufrimiento y abandonarlos a su suerte? Actuaríamos como el hijo que está encarcelado con sus padres y escapa de la prisión dejándolos atrás. Esta persona no sería digna de admiración. Si bien es cierto que debemos liberarnos de la prisión de nuestras perturbaciones mentales, no debemos olvidar que nuestro objetivo último es ayudar a los demás a conseguir lo mismo.

Por ello, la meta más elevada del camino budista es la iluminación total o Budeidad. El término sánscrito Buda significa ‘Ser Despierto’ y se refiere a todo aquel que ha despertado del sueño de la ignorancia y se ha liberado de la pesadilla de las apariencias erróneas. Debido a que los seres ordinarios todavía no hemos despertado del sueño de la ignorancia, seguimos viviendo en un mundo ilusorio de apariencias erróneas sin percibir la verdadera naturaleza de los fenómenos. Por esta razón padecemos tanto sufrimiento y no podemos beneficiar a los demás en gran medida. Los Budas, al haber disipado por completo la oscuridad de la ignorancia, han alcanzado la mente omnisciente y tienen la capacidad de ayudar a todos los seres sin excepción.

La compasión ilimitada de un Buda abarca a todos los seres y, motivado por ella, trabaja sin descanso para beneficiarlos. Conoce cuáles son las causas reales de la felicidad y del sufrimiento, y sabe cómo ayudar a los demás según sus necesidades e inclinaciones. Los Budas bendicen las mentes de todos los seres ayudándolos a reducir sus perturbaciones mentales y a aumentar sus virtudes, y pueden emanar innumerables formas para beneficiarlos. La manera más eficaz en que los ayudan es enseñándoles a controlar su mente y a seguir el camino espiritual hacia la liberación y la iluminación.

El fundador del budismo en este mundo fue Buda Shakyamuni. Después de alcanzar la iluminación, Buda impartió ochenta y cuatro mil enseñanzas en las que revela cómo reducir y eliminar las perturbaciones mentales cultivando mentes virtuosas. Las enseñanzas de Buda junto con las realizaciones internas que se alcanzan al ponerlas en práctica se conocen como Dharma.

En el texto en que está basado el presente libro, el Bodhisatva Langri Tangpa resume la esencia del Budadharma en ocho pequeñas estrofas. Al estudiar su significado, comprobaremos que muestran el camino gradual para disfrutar de verdadera paz interna y felicidad. Si ponemos en práctica estas enseñanzas con sinceridad, reduciremos poco a poco nuestros hábitos mentales egoístas y los iremos sustituyendo por las mentes virtuosas de amor y compasión incondicionales. Por último, si practicamos las instrucciones que se presentan en el capítulo sobre la bodhichita última, podremos combatir la perturbación mental de la ignorancia del aferramiento propio junto con sus impresiones y alcanzar el gozo de la iluminación total. Este es el significado de buscar la felicidad en otro lugar.

Aunque el texto Adiestramiento de la mente en ocho estrofas fue escrito hace unos novecientos años, siguen teniendo la misma vigencia en la actualidad. Todo aquel, budista o no, que desee con sinceridad resolver sus problemas internos y disfrutar de paz interior y felicidad permanentes, puede beneficiarse de los consejos de Langri Tangpa.

Renacimiento y karma

Puesto que es necesario un conocimiento básico del karma y de la reencarnación para comprender las prácticas contenidas en este libro, a continuación se ofrece una breve presentación de estos temas.

La mente no es un objeto material ni un subproducto de procesos físicos, sino una entidad continua e inmaterial distinta del cuerpo. Aunque el cuerpo deje de realizar sus funciones en el momento de la muerte, la mente continúa existiendo. Nuestra mente consciente superficial cesa porque se disuelve en un plano de consciencia más profundo –la mente muy sutil– y, por lo tanto, deja de manifestarse. Esta mente muy sutil, cuyo continuo no tiene principio ni fin, es la que se transforma en la mente omnisciente de un Buda cuando la purificamos por completo.

Las acciones que efectuamos imprimen huellas en nuestra mente muy sutil que, con el tiempo, producen sus correspondientes resultados. Nuestra mente se puede comparar con un campo de siembra, y las acciones que cometemos, con las semillas que en él se plantan. Las acciones virtuosas son las semillas de nuestra felicidad futura, y las perjudiciales, las de nuestro sufrimiento. Esta relación entre las acciones y sus efectos, es decir, que las acciones virtuosas producen felicidad, y las perjudiciales, sufrimiento, es lo que se conoce como la ley del karma. El conocimiento de la ley del karma es la base de la moralidad budista.

Cuando morimos, nuestra mente muy sutil abandona nuestro cuerpo y entra en el estado intermedio o bardo en tibetano. En este estado sutil, similar al del sueño, percibimos diferentes visiones, que son el resultado de las semillas kármicas que se activaron en el momento antes de la muerte. Según el karma que madure, tendremos visiones agradables o terroríficas. En ambos casos, la maduración completa de las semillas kármicas nos impulsará a renacer en uno de los seis reinos del samsara.

Es importante comprender que los seres que estamos atrapados en el samsara no podemos elegir nuestro renacimiento, pues este depende de nuestro karma. Si madura un karma virtuoso, tendremos un renacimiento afortunado, como un ser humano o un dios, pero si madura uno perjudicial, renaceremos en uno de los reinos inferiores, como un animal, un espíritu ávido o en los infiernos. El viento de nuestro karma nos arrastra a las vidas futuras, y unas veces aterrizamos en reinos afortunados, y otras, en reinos desafortunados.

Este ciclo ininterrumpido de muertes y renacimientos sin elección se denomina existencia cíclica o samsara en sánscrito. El samsara es como una noria, unas veces nos encontramos en los reinos superiores, y otras, en los inferiores. La energía que hace girar la rueda del samsara son las acciones contaminadas que hemos realizado motivados por nuestras perturbaciones mentales. Mientras permanezcamos atrapados en esta rueda, seguiremos experimentando sufrimiento e insatisfacción, y no podremos disfrutar de felicidad pura y duradera. Sin embargo, si practicamos el camino budista que nos conduce hacia la liberación y la iluminación, podremos eliminar nuestro aferramiento propio, escapar del ciclo incontrolado de renacimientos y alcanzar el estado de paz y libertad verdaderos. Entonces podremos ayudar a los demás a lograr estos mismos objetivos. Para una presentación detallada del karma y la reencarnación, véanse Introducción al budismo y El camino gozoso de buena fortuna.


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