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domingo, 6 de noviembre de 2011

Conferencia gratuita: Cómo reducir la ansiedad


Conferencia especial de meditacion 
A veces parece que la vorágine de la vida nos secuestra y nos somete a una tensión desmedida, hasta el punto de desestabilizarnos física y emocionalmente.


 En esta conferencia aprenderás a prevenir y reducir la ansiedad, aceptando con paciencia las dificultades y utilizándolas para avanzar en tu crecimiento personal y espiritual.

viernes 18 noviembre
Lugar: Deu i mata 125, Barcelona (mapa)
Horario: 19:00h - 20:30h
Teléfono Información: 93 495 0851





viernes, 14 de octubre de 2011

El Noble Octuple Sendero


A menudo Buda ha sido comparado a un médico. 
En efecto, articuló sus Enseñanzas en la cuádruple fórmula de las cuatro Nobles Verdades, que corresponden muy exactamente a las fases de diagnóstico y cura de una enfermedad. Así tenemos, primero, el diagnóstico: la verdad del sufrimiento inherente en toda existencia condicionada; luego, la identificación de la causa o causas de la enfermedad: la verdad del origen del sufrimiento; en tercer lugar, la curación deseada: la verdad de la cesación del sufrimiento; y, finalmente, el tratamiento a seguir para conseguir dicha curación: la verdad del camino que conduce a la cesación del sufrimientoEl tratamiento, naturalmente, depende de la naturaleza de la enfermedad y de sus causas. El término "sufrimiento" hay que comprenderlo en su sentido más amplio, con referencia no sólo a dolor físico o mental, sino también a todos los aspectos de insatisfacción y desasosiego que pare­cen inseparables de la vida del hombre sin iluminar. Su causa u origen es el deseo y el consiguiente apego. Deseo de conseguir o conservar lo que nos parece atractivo y -el reverso de la medalla -la aversión, o sea el deseo de libramos de todo lo que nos parece desagradable.

El Origen del sufrimiento

El karma individual no es algo estáti­co e inmodificable como el "destino" sino algo dinámico que siempre se puede transformar (mejorándolo o empeorándolo) mediante nuestras pro­pias acciones y decisiones realizadas y tomadas en el presente.
Las propias acciones voluntarias expresadas a través del pensamiento, la palabra y el cuerpo son las principales responsables de nuestra situación en el mundo y del mayor grado de sufrimiento o felicidad que se experimenta en la vida. Cada uno con sus acciones crea su propio karma, su propia personalidad y sus propios patrones de conducta y pensamiento, o sea lo que según la ter­minología de Buda se denomina "composiciones mentales" o sankhara.
Esas composiciones mentales adquiridas por la realización de acciones tanto en el pasado como en el presente, condicionan las acciones realizadas en el futuro y con ellas los futuros patrones de conducta y pensamiento, o sea las nuevas composiciones mentales.
Según la explicación tradicional del Surgir Dependiente, esta interacción entre la ignorancia y las composiciones mentales, entre la manera de ver la realidad y los patrones de conducta y pensamiento, no sólo acontece en el presente sino también en las vidas pasadas y futuras hasta el logro de la liberación.

 Las composiciones mentales heredadas de otras vidas anteriores (y también las adquiridas en la vida presente por medio de las propias acciones vo­luntarias), condicionan en el nivel y tipo de conciencia de un individuo, el organismo psicofísco, las seis bases de los sentidos y el contacto cognosci­tivo que se tiene con el mundo.
El contacto cognoscitivo con el mundo genera sensaciones y éstas pro­ducen diferentes respuestas emocionales condicionadas por las composicio­nes mentales previas que, a su vez, generan nuevas composiciones mentales y nuevas acciones y reacciones emocionales futuras.

Si las sensaciones producen una respuesta emocional agradable, surge la composición mental llamada deseo y los distintos factores mentales perjudi­ciales asociados: la avaricia, la pasión, la codicia, etc. Si, por el contrario, las sensaciones producen una respuesta emocional desagradable, el deseo aparece acompañado de factores mentales contra­puestos pero igualmente perjudiciales como por ejemplo el odio, la malicia, la aversión, etc.
En ambos casos, las distintas expresiones del deseo, principalmente la avaricia cuando se trata de sensaciones agradables y el odio cuando son desa­gradables, condicionan el surgimiento del apego.
El apego puede ser de cuatro clases: apego a los placeres de los sentidos, a las opiniones, a las reglas y ceremonias, a las doctrinas sobre el yo.

 Con el apego se reaviva el deseo y entre ambos (deseo y apego), refuer­zan todo el proceso anterior: aumentan la ignorancia, las composiciones mentales, predomina el tipo de conciencia basada en los factores mentales que acompañan al deseo y a la ignorancia, se sigue desarrollando el organismo psicofísico con sus respectivas bases de los sentidos, contactos y sen­saciones, y de nuevo más deseo, más apego y así sucesivamente. Dicho otro modo, el deseo y el apego condicionan el surgimiento de más devenir en el ciclo de existencias, de más nacer, envejecer, morir, pena, lamento, dolor, aflicción, tribulación y, en definitiva, de más sufrimiento.

Decir que la ignorancia es la causa última del sufrimiento no significa tan­to que sea la primera de una serie de causas sucesivas, como que es la causa más importante de entre una pluralidad de causas que actúan conjuntamente.
No es que primero actúe la ignorancia aisladamente, luego las composi­ciones mentales aisladas, luego la conciencia y así hasta el deseo y el apego, sino que siempre hay varias causas del sufrimiento, o bien latentes o bien ac­tuando simultáneamente, aunque no todas con la misma intensidad. 
El sufrimiento no se origina tanto a partir de una secuencia lineal de cau­sas que se extienden a lo largo del pasado, el presente y el futuro, como de un sistema de causas interdependientes que surgen y cesan continuamente, condicionándose y retroalimentándose mutuamente en cualquier momento de la vida presente.
 De las múltiples causas del sufrimiento, además de la ignorancia, el de­seo y el apego, Buda destaca las composiciones mentales y dentro de ellas, las denominadas «tres raíces de lo perjudicial»: la avaricia, el odio y la ofuscación.
De hecho, Buda habla de las tres raíces de lo perjudicial como del origen de toda acción con efectos kármicos, y los distintos tipos de acciones voluntarias o karma no son sino otra manera de referirse genéricamente a las composiciones mentales. En otras ocasiones Buda define el Nirvana o extinción del sufrimiento como la aniquilación de la avaricia, el odio y la ofuscación. Y lo considera sinónimo del apaciguamiento de todas las composiciones mentales.

Puesto que la avaricia y el odio son dos modalidades del deseo, aunque de signo contrario, y puesto que la ofuscación no es sino una forma de igno­rancia, hablar de las tres raíces de lo perjudicial es perfectamente coherente con la concepción del deseo como la causa más próxima del sufrimiento (se­gunda de las Cuatro Nobles Verdades) y de la ignorancia como la causa úl­tima de todo el proceso del sufrimiento (Surgir Dependiente). La ignorancia es la causa última del deseo, y análogamente, la ofuscación es la causa sub­yacente a la avaricia y al odio.
La avaricia, el odio y la ofuscación se manifiestan de diversos modos: la avaricia cuando se anhela algo apasionadamente, se quiere algo ansiosamente, se busca incansablemente saciar los placeres de los sentidos, se codicia o se envidia algo, etc.
El odio se manifiesta cuando se desea el mal a alguien, cuando algo nos repele, molesta, enfada e irrita, cuando obramos y hablamos para sembrar discordia o hacer daño, etc.
La ofuscación se manifiesta cuando se desconocen las Cuatro Nobles Verdades y las tres características de la existencia, se niega la ley del karma, se perciben las cosas de manera distorsionada, se tienen prejuicios infunda­dos, se mantienen fanática y dogmáticamente ideas, se justifican racional­mente doctrinas conducentes a comportamientos inmorales y al abandono de la práctica espiritual, etc.
Para liberarse del sufrimiento y detener el proceso descrito anteriormen­te, es necesario sustituir la ignorancia por la sabiduría y la visión cabal de la realidad, el deseo por el desapasionamiento y la ecuanimidad, el apego por el desapego y desasimiento, y las raíces de lo perjudicial por las raíces de lo beneficioso: la no avaricia, el no odio y la no ofuscación que, aunque se formulen negativamen­te, se corresponden con actitudes y estados mentales de carácter positivo.