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jueves, 13 de octubre de 2011

Enseñanzas de Buda I

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En cierta ocasión se le preguntó a Buda si le era posible encerrar su doctrina en un solo Sutta o versículo de cuatro líneas, contestando él del modo siguiente:

Sabbapâpassa akaranam;
Kusalassa upasampada;
Sa chittapariyo dapanam;
Etam Buddhana sasanam.”

Lo cual puede ser traducido por:

“Cesa de obrar mal;
Aprende a obrar bien;
Se limpio de corazón;
Esta es la religión de los Budas.”

Fácilmente se comprenderá que esta definición es muy clara y comprensible. Ante todo se invita al hombre a que no obre mal, en ninguno de los sentidos que encierra esta palabra; pero en modo alguno debe contentarse con esto, pues debe dar a su actividad una nueva dirección, y “aprender a obrar bien”. Luego, después de haber de este modo regulado su conducta con respecto al mundo exterior, se le incita a que sea limpio de corazón, mandamiento de un alcance tan vasto que pocos preceptos existen en la vida espiritual que no estén contenidos en él. Todo el fundamento de las enseñanzas de Buda era siempre el sentido común y la justicia. Basaba su pretensión a ser escuchado sobre el hecho de que sus enseñanzas eran claras y comprensibles, e imprimió esta circunstancia de una manera tan insistente y enérgica en el espíritu de sus discípulos, que en un Concilio Ecuménico que los monjes Budistas celebraron en Vaisâli, cuando surgió la cuestión acerca de si ciertas doctrinas habían realmente formado parte de las enseñanzas de Buda, se convino unánimemente en que “sólo aquello que no está en contradicción con la pura y sana razón, podía pertenecer a las enseñanzas de Buda”. 


Esta decisión del Concilio concuerda también con lo que el mismo Buda dijo a los habitantes del pueblo de Kâlâma cuando le preguntaron en cuáles, entre todas las diversas doctrinas del mundo, debía creer; a lo cual contestó: “No creáis en una cosa que se dice por el solo hecho de que se dice; ni en las tradiciones porque han sido transmitidas por la antigüedad; ni en los rumores como tales; ni en los escritos de los sabios sólo porque proceden de ellos; ni en ideas que quizás imaginéis que han sido inspiradas por un Deva (esto es, en una supuesta inspiración espiritual); ni en conclusiones sacadas de alguna suposición que por acaso podáis haber hecho; ni en la que puede parecer una fatalidad inevitable; ni en la simple autoridad de vuestros propios instructores o Maestros. Pero creed cuando el escrito, doctrina o máxima esté sancionada por vuestra propia conciencia. Por esto yo os he enseñado, no a creer meramente lo que habéis oído, sino a creer según los dictados de vuestra propia conciencia, así como a obrar según ella con entera y completa libertad”. Estas palabras se pueden hallar en el Kâlâma Sutta del Anguttara Nikâya.

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