A menudo Buda ha sido comparado a un médico.
En efecto, articuló sus Enseñanzas en la cuádruple fórmula de las cuatro Nobles Verdades, que corresponden muy exactamente a las fases de diagnóstico y cura de una enfermedad. Así tenemos, primero, el diagnóstico: la verdad del sufrimiento inherente en toda existencia condicionada; luego, la identificación de la causa o causas de la enfermedad: la verdad del origen del sufrimiento; en tercer lugar, la curación deseada: la verdad de la cesación del sufrimiento; y, finalmente, el tratamiento a seguir para conseguir dicha curación: la verdad del camino que conduce a la cesación del sufrimiento. El tratamiento, naturalmente, depende de la naturaleza de la enfermedad y de sus causas. El término "sufrimiento" hay que comprenderlo en su sentido más amplio, con referencia no sólo a dolor físico o mental, sino también a todos los aspectos de insatisfacción y desasosiego que parecen inseparables de la vida del hombre sin iluminar. Su causa u origen es el deseo y el consiguiente apego. Deseo de conseguir o conservar lo que nos parece atractivo y -el reverso de la medalla -la aversión, o sea el deseo de libramos de todo lo que nos parece desagradable.
Deseo y apego basados siempre en nuestra ignorancia o sea la percepción incorrecta de la naturaleza impermanente e insubstancial de las cosas. La curación, o sea la cesación del sufrimiento depende precisamente de que se corrija esa percepción incorrecta. Efectivamente, si sufrimos, literalmente, es porque queremos. Si no queremos, no sufriremos. Pero para conseguir tal curación, evidentemente; no basta proponerse «no quiero sufrir», puesto que tal propósito no es más que un ejemplo más del deseo y apego que hay que eliminar: es deseo de no sufrir, es apego al bienestar.
Por eso dijo Buda que la Noble Verdad de la cesación del sufrimiento consiste en el completo cesar y desvanecerse del deseo, en despegarse del deseo. Y esto se consigue, «cultivando la observación atenta» de uno mismo para ir -percibiendo la verdadera naturaleza (impermanente e insubstancial) de los procesos físicos y mentales, librándose así de la ilusión de que lo fugaz y transitorio es permanente y substancial. Esta percepción correcta es la "visión cabal" que se consigue mediante la meditación. Pero la meditación no puede practicarse en el vacío sino que tiene que ser parte integrante de todo un modo de vida.
1. la Recta Opinión (o modo correcto de ver y comprender la realidad) y
2. el Recto Propósito (o modo correcto de pensar y querer), que constituyen la sabiduría;
3.1a Recta Palabra (no mentir, calumniar, insultar, etc.),
4. la Recta Conducta (abstenerse de todo acto dañoso para el prójimo o para sí mismo), y
5. el Recto Sustentamiento (no ganarse la vida con actividades dañinas o ilícitas) , que constituyen la disciplina moral, o virtud, y
6. el Recto Esfuerzo (perseverancia y empeño en el cultivo de la atención y la concentración),
7. la Recta Atención (observación atenta y ecuánime de los fenómenos para percibirlos tal y como son en realidad, sin distorsiones emotivas o intelectuales), y
8.la Recta Concentración (la concentración mental imprescindible para serenar la mente y practicar la observación atenta y ecuánime) que constituyen la concentración mental.
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